El Tiburón Blanco

8 mayo, 2015 por Charo Gertrudix - Ultima Frontera 2 Comentarios

Cuando tome la decisión de ir a bucear con el tiburón blanco, sabía que tenía varias opciones a la hora de elegir el destino, necesitaba garantizar no solamente el poder encontrarlos, también me resultaba indispensable que las condiciones del agua fueran las más optimas en cuanto a visibilidad se refiere, ya que mi intención era además de disfrutar del encuentro con este animal tan fascinante, poder fotografiarlo, y para esto la buena visibilidad juega un papel muy importante. Por todo ello decidí que sin lugar a dudas la Isla de Guadalupe, en México, era el destino más apropiado para poder cumplir mi objetivo.

Guadalupe era el destino más apropiado para cumplir mi objetivo 

Meses después volé hasta la ciudad de San Diego, en la costa oeste de Estados Unidos, donde pasé una noche de hotel y tras un traslado por carretera de aproximadamente dos horas, incluyendo el paso de la frontera con México, llegué al Puerto de Ensenada en donde me esperaba el barco que me llevaría hasta la Isla de Guadalupe.

Son ovovivíparos, las hembras mantienen los huevos en el interior del cuerpo hasta su eclosión, que muy frecuentemente no es al unísono. Las primeras crías que eclosionan, a veces, devoran los otros huevos. Este fenómeno se denomina genéricamente canibalismo intrauterino. Cuando las crías salen al se separan de la madre, siendo independientes desde el primer momento. El tamaño de un tiburón blanco macho puede llegar a ser de 4 – 5 metros, a diferencia de las hembras que pueden alcanzar hasta los 7 metros.

Esto también depende de los años de vida, ya que al ser de cuerpo cartilaginoso, los tiburones no dejan de crecer nunca. En alguna ocasión se ha pescado algún ejemplar que superaba los 8 metros, pero no es habitual. La dieta de los tiburones blancos es amplia, pueden comer todo tipo de crustáceos, moluscos, delfines, carroña, tortugas, incluso otros tiburones de menor tamaño, pero sin lugar a dudas su presa favorita en estas aguas son las crías de elefantes marinos, siendo esta la razón por la que se acercan a Isla Guadalupe. Acostumbran a cazar a sus presas al atardecer o al amanecer, aprovechan la poca luz en el fondo para camuflarse, una vez han localizado la presa en la superficie se impulsan con la aleta caudal y nadan hacia la superficie verticalmente, llegando incluso a saltar fuera del agua con la presa en la boca.

A veces la matan del golpe, o simplemente la dejan herida, llegando incluso a juguetear con ella antes de devorarla con una mandíbula 300 veces más potente que la de un ser humano. En estos choques, dada la ausencia de una estructura ósea sobre la que fijar los dientes, suelen sufrir la pérdida de algún diente que es rápidamente reemplazado por otro, que espera en una segunda, incluso hasta quinta, fila de dientes.

Otra de las singularidades de estos tiburones es la sensibilidad de su olfato siendo capaces de detectar el olor de la sangre, incluso a distancias muy grandes, si algún animal está cazando. También cuentan con unos órganos sensoriales únicos – las ampollas de Lorenzini – a través de las cuales reciben información de los campos electromagnéticos.

Cada minuto resultó excitante, en especial cuando tuve la oportunidad de salir de la jaula 

Puedes ver el artículo completo, en el que cuento toda mi experiencia durante mi viaje a Guadalupe,  en el número 2 de la revista digital aQua  junto a un montón de fotos a lo largo de 15 páginas.

 

 

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